
A partir del año 59 a.c. el río Rubicón marcaba la frontera entre las provincias romanas y la galia cisalpina. A ningún general romano le estaba permitido cruzarlo con su ejército en armas, bajo pena de ser declarado enemigo público.
Pero un día como hoy, el 10 de enero del año 49 a.c., Cayo Julio César se detuvo con sus tropas ante el pequeño cauce, dudó un momento y dijo a sus hombres: “Ahora todavía podemos retroceder, pero si atravesamos este pequeño puente, todo tendrá que resolverse con las armas”. Y lo cruzó.